Hay una mesa terriblemente limpia, una vaciedad que huele a abandono. Todo está extrañamente arreglado.
S. ha hecho un trueque: La ventana enrejada por algún ángulo muerto, las vigas de hormigón que dividen el cielo por un techo prefabricado y la cima de la gran torre blanca por las vistas a campos en barbecho.
Pese a todo, no me siento nada nostálgico.
Se acabó la rutina: los buenos días si hay a quien dárselos – enchufar servidor - dejar abrigo – café – puerta cerrada – subir persiana – ordenador – dial - primer cigarro… lo aburrido y lo apacible, la soledad y la intimidad.
Hace unos días leí en uno de mis blogs preferidos algo acerca de la toma de decisiones.
S., lo que es tomarlas, las toma. El cómo lo hace aún es un misterio. Creo que S. funciona tal que de esta manera:
S. espera cambio hasta la avidez y abre atónito los ojos ante la llegada de algo nuevo. Puede que inocente, puede que hipócrita, puede que las dos cosas o puede que ninguna, me sorprendo como si no lo hubiera estado buscando, como si las cosas se moviesen incontroladamente y un día cualquiera se cruzasen en mi camino estático; sin duda para que ello me exima de responsabilidad.
S. observa como llegado el momento el miedo vale doble, quizá porque parece que ésto tiene mucho que ver con desempolvar los guantes y mirar hacia otro lado. Pero eso a S. no le importa, el miedo desaparece con las justas horas de sueño.
Ahora sólo quedan unas cuantas carpetas vacías, la radio junto a la ventana, la cámara sin pilas sobre la funda, el cargador del móvil y este último post iluminando la pantalla.
Un último vistazo.
Me largo.
Posted by S. at 13 de Febrero 2004 a las 09:13 AM Que las olas me traigan y las olas me lleven
y que jamás me obliguen el camino a elegir.
Te diré que esos versos tienen música puesta, está hecho canción, igual pudiste oirla alguna vez.
El miedo nos hace inseguros, no nos permite ver ni vivir, ni sentir otra cosa que no sea eso, miedo, es tan frio. De todas formas siempre es preciso saber cuando se acaba una etapa, si se permanece en ella más allá del tiempo, pierdes la alegría y el sentido del resto.
Dibuja el miedo sobre un papel, lo rompes y lo tirás a la papelera, no sirve para nada.
Un abrazo navegable desde el sur, cálido y sin miedos.
Posted by: chapman on 13 de Febrero 2004 a las 11:18 AM