Suena cualquier música de fondo. Me vale la primera de Little Miss Sunshine.
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(...) Así que, la misma noche que mi ex-, de paso por aquí, me cuenta que se folla a cierto actor famoso y bajito con lo cual no vendrá a dormir esta noche a casa, otra ex-, que por alguna razón se sienta a escondidas en algún bar con otro tipo bajito, vuelve a enfadarse conmigo cuando me doy la vuelta.
Inevitablemente he de plantearme la posibilidad de que los bajitos estén de moda.
Entre tanto, la más que probable siguiente srita. ex- espera la llamada que S. no prometió.
Por otro lado está S. quien, al amanecer, con los primeros latigazos de luz alimentando las esperanzas de vida de una planta de marihuana cultivada a destiempo, sigue abrazando a la tristeza en forma de mujer, sin precio, a una de esas pocas que nunca permitiría que se conviertiese en ex-nada.
A unos cientos de kilómetros de aquí, la señorita yonqui llama por teléfono a primera hora de la mañana, seguramente trasnochada, abandonada y con ganas de olvidar en una cama, o en un sillón, o en el asiento de atrás de un coche. Pero eso, claro, no lo sé.
Esa misma noche S. sueña con la otra, la otra ex-, que me dice no sé qué cojones en el pasillo de mi casa y yo siento que a estas alturas eso no tiene ningún sentido. Creo que llega a molestarme y despierto.
Sin moraleja. Se acabó la canción.