1.- En todo aeropuerto hay una familia de histéricos que muestran al mundo cuan different is Spain.
2.- Cuanto más largo sea el vuelo más pesados tendrá usted en los asientos contiguos.
3.- No se pregunte porqué venden enormes navajas suizas en el avión (y mucho menos si hace usted escala en Miami).
4.- En el cuestionario del control de inmigración responda siempre `no´y `turista´.
5.- El repelente para mosquitos, por mucho que te lo asegure la señora de la farmacia, también apesta para los humanos.
6.- No uses el repelente como un ambientador, es tóxico.
7.- Si alguno de tus compañeros de habitación no respeta la ley anterior, déjalo fuera hasta que jure que no volverá a hacerlo.
8.- El día en que, cansado de tanto pesticida y seguro de tu integración selvática, decides no echártelo, no lo dudes, el trompetero no se apiadará de ti.
9.- Si eres aprensivo no pienses en lo que comes, puede ser pollo, pizote, buitre o basilisco.
10.- No te asombres si vuelves a encontrarte a la familia de histéricos histerizando a alguien a mitad de viaje.
11.- Si te dicen que sube la marea, es que la marea sube, y multiplícalo por diez.
12.- No malgastes ni un céntimo para cruzar ese entrante en barca y no mojarte las zapatillas; paga mejor luego para no tener que ir nadando junto a esa playa con cocodrilos.
13.- El güiski no baja sólo. Si no estás lo suficientemente borracho para desconfiar de ti, hazlo de ese oloroso autóctono a cuatro patas que te sonríe desde el suelo del bar.
14.- Sí, fuera todos saben que España apoyó la invasión de Irak.
15.- Si algo es bonito, es venenoso... (sin más comentarios).
16.- Aunque sólo sean turbulencias, no debes bromear con ese señor pálido al lado.
17.- Recuerda de dónde vienes y a dónde has de volver, siempre habrá tiempo para hacer botellón cuando regreses a casa.
18.- Los animales, sobre todo de cerca, antes que ser bonitos o asombrantes, son animales.
19.- Y también, fuera todos conocen a Hombres G, Victor Manuel, Aute y Bisbal. Nino Bravo para los momentos álgidos. No esperes hardcore fuera del todoterreno.
20.- Aléjate de la familia de histéricos en la cola de facturación, son carne de overbooking.
21.- No te dejes engañar, el casco para hacer canopy no está húmedo por el rocío. Es el sudor de la víctima anterior.
22.- El hombre y el mono pueden compartir un coco sin pelear.
23.- Si un señor policía te pide que frenes, frena. Si asombrosamente te saluda y te pregunta antes que nada cómo llevas el día, no te pongas nervioso y digas que no le vas a dar dinero.
24.- Mientras tu compañero entra en razón y entabla ahora una amistosa conversación fuera del coche con el gentil madero extranjero en pos de una rebaja en la multa, y tú bien sabes que se sanciona gravemente tirar ningún resto de basura en aquel lugar, por favor, no arrojes una colilla encendida entre el madero y tu amigo.
25.- Si el que lo ha hecho es otro amigo tuyo, no lo dudes, acúsale, las cárceles extranjeras entrañan demasiadas leyendas como para que todas sean mentira.
Por una vez, tal y como les había prometido:
No se me molesten los entendidos en temas "tártiles" y diseñadores varios (obvien las florecillas); es todo lo que me han aportado google y los quince minutos indispensables para cumplir mi promesa.
Y con ésta, la mejor edad, me planto.
Como les iba diciendo...
Volveré por mi cumpleaños.
Ciertamente no acostumbro a crearme más expectativas que las que inevitablemente golpean con más o menos acierto la imaginación de S.(las cuales, según el caso, pueden no ser pocas).
Rondando el mes de agosto es posible que ustedes no se hagan a la idea que necesitado puedo encontrarme de hacer ésto. Un descanso del trabajo, y si me permiten, del mundo hasta ahora conocido.
Deseo refugiarme en el olor al barro de los ríos y el mar salado, caminar con la ambición que da el llegar a un lugar exótico y desconocido, algo que es terriblemente distinto. Curioso cuando S. realmente lo tiene todo.
Anhelo escapar de la parte lapidante de la cotidianidad, del empalamiento entre los muros del tiempo y la costumbre del derredor.
Quisiese adentrarme en la otra parte y, fundido en ese lugar, observar como fluyen las cosas al otro lado del mundo y dejar de un lado el miedo; a lo magnífico, a lo inescrutable, a todo; a decir adiós, a dejar la puerta de la habitación abierta.
Y comprobar que no es ningún recurso literario aquello del sonido del silencio. Quiero estar ahí y lo quiero para mi.
Y un anochecer cualquiera, salpicado por el sonido lúgubre de monos y quetzales, empujado a la tranquilidad bajo el roce de incesantes gotas de agua que rebosan sobre las más bajas de las enormes hojas de los árboles, mirar de reojo a mi lado y desear que tú pudieses estar ahí.
La banda sonora corre por su cuenta. Ustedes mismos.