En algunas ocasiones, en determinados instantes, no sé realmente porqué razón ni de qué manera, S. siente ganas de mandarlo todo a la mierda. Supongo que tiene mucho que ver con la sensibilidad innata por los noviembres helados, por las noches turbias y los pensamientos vanos.
Supongo que tiene que ver con los poetas de atardeceres rojos, con la ventisca que pronto ha de venir y con las persianas de mi habitación.
Sonaría mal decir que es por los paseos de roca dura, con la hierba que crece entre las piedras aún en esta estación, donde el recuerdo se pierde en viejos arcones de cuerpos vacíos. A fin de cuentas no hay nada que S. no supiera ya acerca de estas cosas.
Como el que nace en la frontera entre dos países, S. presencia dos mundos antagónicos: el primero que vio, y el que nunca dijo: Eh tú, ven.
Somos una galería de espejos en la que nunca sabemos dónde se alberga la imagen original. (2003-10-08)