Me levanto, me lavo, me miro al espejo y me largo. El coche nunca está donde lo dejé la noche anterior, siempre alguien lo cambia de sitio. S. enchufa motor, radio y cigarro liado marca mortal. S. recuerda ese tiempo de liarlos él mismo mientras conducía, con el codo y los muñones apoyados en el volante, como hacía el primo en los tiempos de la imaginaria. Eran tiempos de la calle, del calor levantino y tardes de documental de La 2 en el Trashtero. Eran los tiempos del Corrado y la mafia casera. Aquellos tiempos perros.
Autobusero siempre jode y nunca frena en el carril junto a la parada, no. Frena y se detiene entre los dos carriles y S. corre continuamente el riesgo de empotrarse con el puente que lleva a todos lados en esta mi ciudad. Podría frenar yo también pero, si ustedes se han percatado, en los preliminares de este relato nada he dicho de haber desayunado. S.tiene el hambre que le ha dado su más o menos reciente costumbre mañanera. Además, quiero cafeína.
Recordemos el Trashtero, heavy bronquero de noche, lugar de descanso de día. S. no recuerda el nombre de aquella señora mayor que vendía costo tras el mostrador. El costo de Alí. Coca-cola, animales y las primeras timbas del primo y los “truhanes”. Mejor observar.
Arribamos (llegamos) a la casa de trabajo, inmejorable manera de decir que me vendo.
Hola, buenos días. Me escucho cada vez y la cadencia de mi voz al pronunciar estas palabras me resulta insoportable. Buenos días podría querer decir: podéis iros a la mierda esta mañana, pero sin maldad.
Primera aproximación a la cocinilla: Hay café hecho. Dato número uno.
Hay algo más que café en esa cafetera de plástico blanco. Dato número dos. Diría que es musgo, pero no debe serlo porque es blanco. En principio parece que no se mueve.
Ayer hubo reunión aquí. S. se divierte pensando en si los presentes tomarían café con cosa el día anterior. Vacío el café con seres diminutos en medio blanco sobre la pila. Limpio un poco y hago un par de tazas. Ya en el despacho, la rutina es siempre la misma. Dejo el café mientras pulso el On del hp y subo la persiana. Para cuando he vuelto al sillón en la pantalla aparece la ventanita de introducir contraseña. Pulso sin mirar y organizo mentalmente el orden del día. Recuerdo la canción de la P.Records y decido: El primer punto del orden del día es averiguar dónde demonios está mi paga extra. S. se retira a inquirir. Continuará si acaso…
Que no, que no, que el pensamiento no puede tomar asiento,
que el pensamiento es estar siempre de paso, de paso, de paso.
(Luis Eduardo Aute)