Jueves 29 de abril de 2004. En algún lugar entre Madrid y Toledo.
08:36 de la mañana.
- S., te han vuelto a llamar de R., s.a.
- Vale.
- Que les llames cuando llegues.
- Ya llamarán ellos.
09:13 de la mañana.
- Son éstos otra vez.
- Que no, que no estoy hasta las doce. Ni para R. s.a., ni para nadie.
12:35 de la mañana:
- S., vuelve a llamar R., s.a.
- Que no estoy hasta las doce.
- Ya son las doce.
- Mierda, diles que estoy reunido.
14:25 del mediodía:
- (Risas). R., s.a.
- Joder, que estoy comiendo. ¿Qué horas de llamar son éstas?
16:55 de la tarde:
- S., otra vez R., s.a.., ¿les digo que no vuelves hasta el lunes?.
- No, diles que me he muerto... Venga va, pásamelos.
16:56 de la tarde:
- Hola.
- Buenas tardes, es imposible dar con usted. (Truenos).
- Ya.
- He estado llamando todo el santo día (más truenos) y no hay modo de hablar con usted.
- (Suave). He estado liado.
- (Tempestades). Ya pero estamos a jueves y mi compañera me ha dicho que le dijiste que hoy ya tendrías “eso” y me corre mucha...
- (Más suave). Vamos a ver. No sé que es lo que le ha dicho su compañera. Pero nunca le dije que hoy estaría “eso”. Llevan llamándome todos los días varias veces durante una semana cuando les dije desde el primer momento que cuando lo tuviera, yo les llamaría.
- Ya pero...
- Mira, mmm, perdona, ¿cómo te llamas?
- T.
- (Subo tono). Verás T. Yo entiendo que te estén presionando para recibir cuanto antes eso... pero las cosas no son así. Me he dado mucha prisa y he estoy haciendo un gran esfuerzo por adelantar vuestro tema más de lo que es realmente posible, pero las cosas requieren un tiempo y la verdad, me estoy cansando de exigirme lo que no es exigible, y todo por hacerte un favor a ti.
- Ya, si lo entiendo...
- Escucha, te llamaré cuando tenga tu tema concretado, antes no, ¿de acuerdo?.
- Vale, de acuerdo, muchas gracias... Y perdona eh.
- No te preocupes, venga adios.
- Adios.
17:02 de la tarde:
- B., la semana que viene, cuando llamen, diles que me he ido de vacaciones y que volveré a mediados de mayo.
...del derecho y del revés...
A un mes y un día para el primer aniversario de este weblog, me niego a que el hecho de escribir aquí simule una condena:
Aún hoy sigo sorprendiéndome de lo a gusto que se queda uno cuando llega a algún término.
Adoro finiquitar problemas.
Llevaba pensando algún tiempo en re-postear algunos de los escritos anteriores, tal vez los que más me ha gustado escribir, o quizá los que S. considerase más atractivos de cara a nuevos lectores; pues bien sabido es que no es (me encanta crear frases con fragmentos antagónicos) habitual la costumbre de repasar de arriba abajo los posts de un blog que no sea el de uno mismo.
Y que grata sensación cuando S. lo ha visto claro: ¡que gran tontería lo del reposteo! (cosa, que, por otro lado, suponía el invento de un nuevo significado para el palabro; algo que también gusta a S.).
Pero vendo mi descubrimiento al peor postor. El pasado está pasado y no habrá vuelta atrás.
S. y yo suponemos que, si a alguien nos debemos, es al lector del presente, al que puede que sí eche un ojo de vez en cuando, al que quizá le de por indagar algún día de sumo aburrimiento o a ese que se cuela desde cualquier buscador hispano en busca de alguna foto guarra y, por equivocación o no, se descubre en este ínfimo reducto del infinito espacio internauta. Al que le interese. Y punto.
He dicho.
S., hace ya muchos años.
Recuerdo el día en el bromeba con un viejo amigo pintor y dibujante acerca de una genial idea:
En cuanto hubiera conseguido la fama necesaria comenzaría a pintar cuadros surrealistas sin ningún tipo de significado y mucho menos belleza artística; un bulo, un engaño pillesco.
Ambos asegurábamos que engañaría a la gran mayoría una vez tuviese algo de fama y, sólo con su firma, pseudo-intelectuales del hampa al óleo se rifarían cualquiera de sus trabajos a capirote y talonario. Entonces reiría sin parar ante la becerril manada de infelices convencidos al estilo Simpsons.
Aún hoy creo que no debe ser tan costoso engañar a esa mayoría. El problema reside en lo complicado que resulta saber pintar unos cuantos cuadros realmente buenos para hacerte lo suficientemente famoso.
Mierda.
Salir, correr, escapar, transformarse...
Sí, transformarse.
Cuando uno se transforma es inevitable pasar por la fase en la que se es un capullo.
Hundido entre el montón de montones que hay sobre las mesas (y debajo de ellas), S. tiende a permanecer sumergido tirando de agallas y revoloteando sobre cualquier cosa que enseñe palabras escritas.
Y no hay cajas de zapatos suficientemente rígidas para hacer el rol de caja fuerte.
El mundo que hay bajo el papel comienza a parecer eterno, quizá como si fuera lo único que queda ajeno a cada leve segundo que pasa, una y otra vez.
Tic, tac. Tic, tac. Alguna carta vuela hacia algún lado.
Tic, tac. Tic, Tac. S., absorbiéndose.