22 de Mayo 2004

Un año sobre mareas...

     Hoy hace ya un año.

     Gracias a todos ustedes.

     Pdt.- No he encontrado tartas ni fotos convincentes. Les haré esperar.

Posted by S. at 5:22 PM | Comments (6)

21 de Mayo 2004

Una voz.

     Esta vez la carretera estaba vacía y el tiempo bochornoso había dejado de ser agobiante. Descanso y suenas otra vez en mp3... y creo que nunca he escuchado una voz tan sensual.

     Tu canción me cuenta que S. suena a rebufo, a engañiza cordialidad y malgastada pleitesía, que encienda un cigarro y escuche otra vez, y otra. Cantas despacio y me dices que no me sienta bien pensar que estoy perdiendo el tiempo.
     Sampleo un instante con el clic del mechero y, mientras miro la pantalla del ordenador y releo lo que escribo, me siento cada vez más tranquilo. Mirar por la ventana los viernes a las nueve y media debiera siempre sentar tan bien. Y tú cantas por última vez, y yo me releo y me veo. Apago el cigarro.
     Leo algo que me gusta y lamento que cierta extraña timidez no me permita expresarme.
     Por todo eso me alegra si les va bien a usted, y a usted.

Posted by S. at 10:00 PM | Comments (4)

15 de Mayo 2004

Los hombres-niños

     Es muy fácil darse cuenta de las veces en las que no estoy en lo que estoy.
     El camarero me sirve el café, abro el sobre de azucar, y con delicadeza lo esparzo a lo largo del cenicero de cristal. Sonrío al percatarme de lo que he hecho y cruza fugaz la idea de derramar el cenicero recién endulzado sobre el café. Vuelvo en mi y señalando el cenicero pido otro sobre de azucar.
     Esta cafetería no tiene nada de especial, pero algunas de sus sillas han vivido el transcurrir de los años bajo mi culo.
     Ahí fuera, tras la cristalera del mostrador, Z. recitaba con voz ronca y profunda proclamas al mundo, o jugaba al mus con los chavales en la acera. De vez en cuando le ofrecían chustas que sorbía gustoso mientras alguna de sus voces interiores le obligaba a decir: ¡órdago! Entonces, los chavales reían y la gente pasaba, alguien pitaba a un coche en doble fila y aquel genio atento a todo gritaba: ¡voy!, ¡voy!... y nosotros nos moríamos de risa observando a aquel loco barbudo que renunció a la vida normal, marginado entre la esquizofrenia y el alcohol.

     Un día conocí a dios. Tenía unos sesenta años desgastados y el labio superior manchado por unos cuantos pelos con forma de bigote. Hacía el pino apoyado sobre un sólo brazo y aseguraba que todo lo que veíamos a su alrededor era suyo. Se quejaba de que se le quemaba el bigote cuando alguien le pasaba un porro en las últimas. En aquel banco cerca de Santa Engracia nos desveló los secretos de su absoluta sabiduría. Todo lo sabía, todo, y todo lo conocía: Cualquier lugar recóndito, cualquier idioma. No había secretos para aquel tipo, y no era posible engañarlo. No recuerdo como fue, pero desapareció, y jamás volvimos a ver a dios.
     Luego llegaron los K: el polaco loco, el tipo que regaló un buda rojo a J... En fin, unos cuantos de aquellos; pero ninguno era dios.

     Hace mucho que no veo a Z. por aquí aunque, por otro lado, tampoco yo aparezco hace tiempo.
     Y pienso en él porque siempre acaban cayéndome bien esos capullos, con o sin barba, que se salen del estereotipo y que dan color a la muchedumbre ovejil entre la que me encuentro. No puedo engañarme, cojo cariño a esos líderes de la nada que consiguen removerme las tripas. Da igual lo que digan, da igual lo que hagan, lo importante es que me remuevan las tripas y consigan dejarme escapar una carcajada.
     Es comprensible, los hombres-niños son distintos a todo. Pensaréis que están locos, claro, pero no puedo evitar sentir tristeza cuando alguno de esos pocos hombres-niños que quedaban se va para siempre.

Posted by S. at 5:41 PM | Comments (2)

9 de Mayo 2004

S. y la rabia.

     No necesito derrochar un mínimo esfuerzo de imaginación; puedo permitirme el lujo de ser absolutamente comercial contigo. Me basta con releer un par de páginas de American Psico o videar otro par de escenas de Misery para abastecerme de ideas y recrearme sobre tus restos.
     No necesito pensar en perchas, alambres y cuchillas; ni siquiera en cantos afilados o palos de golf. La televisión y las novelas de ficción me lo han dado todo servido: he escuchado el crujir de rodillas bajo un martillo de herrero, he visto monos excitados electrocutar mujeres en la bañera con un secador y he sido escupido frame a frame por todo tipo de vejaciones inimaginables acabadas en el jadear hambriento de perros salvajes.
     No necesito malgastar ni un segundo.

     Lo que S. quiere decir con todo esto, es que con seguridad no volveré a verte en esta mi vida; ni a ti, ni a mi viejo y preciado equipo de edición, ni al par de incompetentes agentes que tras veinte minutos de declaración consiguieron dejar constancia de mi rabia en siete líneas de un papel sellado...
     Pero si hay algo que echaré de verdad de menos, es al inmortal secreto que sabe como cojones pudiste conseguirlo sin dejar una sola pista.

Posted by S. at 8:15 PM | Comments (1)

7 de Mayo 2004

Le pompe

     Viernes mediodía y sigo sin encontrar inspiración.
     Poco más de veinte minutos en pos de ideas geniales para contarles a ustedes algo más acerca del subterfugio de lo cotidiano, de la realidad más honesta. Todo para llegar a la conclusión de que la taza del vater no es el lugar idóneo para hacerlo.
     El imperativo autoimpuesto de no ofrecerles nunca una sinceridad escatológica (vómitos mentales del imaginario y narraciones acerca de la exhaltación hormonal en forma de amor y desilusiones), ha dejado paso a pinceladas de onanismo intelectual que raramente consigo satisfacer.
     Me haré cargo y agradeceré todos y cada uno de los comentarios, críticas, insultos y piadosas proposiciones que ustedes deseen hacer llegar a este reducto.
     Creo que por hoy no tengo más que decir.

Posted by S. at 4:26 PM | Comments (2)

3 de Mayo 2004

Hibernando

               This town don't feel mine
               i'm fast to get away far


     He ahí que la conciencia de S. permanece en estado latente esta mañana.
     Suavemente contenida del transcurrir caótico de un lunes como este, mi cabeza permanece al margen de todo. Lluvia y viento, lagos sobre el arcén de la carretera, pájaros abobados perdiendo el tiempo sobre postes eléctricos y bajo ellos...
     No hay motivo para sentirse agobiado por los papeles de la mesa y las llamadas de teléfono, los asuntos urgentes y los muy urgentes. Hoy S. prefirió hibernar.
     Y por ahí, usted aparece cerca, inquietantemente cerca. Pruebe a extrañarme un poco más. Se lo agradecería.

Posted by S. at 3:18 PM | Comments (1)

2 de Mayo 2004

El cuento del hombre de arcilla

     `Ahora tengo dieciséis años. También ocho. Hace bastante calor esta tarde. Yo jugaba, corría y dormía sobre la hierba espesa, pero me detuve y he despertado desde el tarareo de una canción que conozco. Me giro y veo a una madre, que destiende la ropa de una larga cuerda atada a los dos sauces que enfrentan la casa. Sin parpadear me dejo caer al suelo y doblo las rodillas. El perro yace cerca de mi. Él descansa mientras yo escucho la canción. Ahora tengo veintidós años. Ya no queda ropa tendida y las sombras llameantes comienzan a descender por la montaña. El perro descansa a mi lado. Su largo pelo se agita con la suave brisa que trae consigo un olor fresco y dulce. No dulce como el azúcar o el chocolate, sino dulce como la hierbabuena recién cortada, como el sabor de una piel mojada o el hálito quebradizo de aquella canción de antaño en la voz. Dulce como la palabra. No puede haber en el mundo una temperatura más agradable que ésta.
     – Vamos. El perro y yo entramos en la casa.
     Con setenta y nueve años me fastidia que un corte de luz distraiga mi trabajo y mi quehacer. Me cuesta volver a concentrarme. Salgo al cubierto de la misma casa y me recuesto sobre una mecedora colgante. Todavía es de noche. Miro al frente y arriba, escapo del marasmo de unos cuantos recuerdos y dejo de mirar. No me importa demasiado soñar sobre cada uno de ellos. Me atisbo con fuerza a sabiendas de que cubileteo a la vida sin más aires de grandeza y sin menos senilidad que la que da el mirar a mi derredor con estos ojos para siempre vidriados. Cuando me levanto y voy a dormir, pienso que esta no es mi vida, y que nunca la ha sido.
     Se apaga la luz.´

Posted by S. at 1:13 PM | Comments (1)